Blanco sobre blanco

25.08.2020

CASA VICTORIA OCAMPO | arq. Alejandro Bustillo | 1929 | Palermo Chico, Buenos Aires, Argentina

"Me gustan las casas vacías de muebles e inundadas de luz. Me gustan las casas de paredes lacónicas que se abren, dejando hablar al cielo y a los árboles" Victoria Ocampo 

Imaginemos caminar un rato por calles estratégicamente curvas, con un dejo bucólico, en las cuales predomina el verde más variado, y aún hoy, en plena semana y días laborales, resulta posible e incluso placentero, transitar sus veredas, respirar su aire, escuchar sus sonidos casuales. Imaginemos poder pensar, sentir, observar con tranquilidad sin ser invadidos por el trajín del mundo contemporáneo, por lo instantáneo de las redes sociales, por el pavimento y la densidad de las grandes ciudades. Imaginemos una vez más, encontrar, en medio de ese entorno de otro tiempo, casi impensado en medio de una metrópoli como Buenos Aires en el año 2020, un tejido urbano permeable, liviano en su densidad construida, con mayor proporción de vacíos que llenos, donde la propia dimensión de lo construido obliga al paseante, al peatón, a detenerse mentalmente al menos por espacio de cinco minutos, a observar, a pensar, a percibir las construcciones que lo rodean porque ellas mismas se ubican alejadas entre sí lo suficiente como para dejar esos espacios en blanco, esos vacíos que invitan a la reflexión obligatoria. 

Un rastro del Palermo Chico (o Barrio Parque) imaginado y proyectado por Carlos Thays en 1912 sobrevive todavía en este enclave, a metros de la Av. Libertador y sólo a unas cuadras de las vías del Ferrocarril. Su esencia, sin embargo, se percibe mucho más profundamente al permanecer, al dejarse invadir por la percepción desde el interior de uno de sus espacios ocupados: la ex Casa de Victoria Ocampo, hoy sede del Fondo Nacional de las Artes. Sus recintos, sus espacios que invitan a la calma, al descanso y la meditación, pero sobre todo a la observación del entorno, funcionan como eternos lienzos en blanco, esperando a ser invadidos por luces y sombras, sonidos y perfumes provenientes del exterior, del ambiente circundante.

La vivienda, considerada por muchos como la primera obra de Arquitectura Moderna construida en la Argentina durante el año 1929, refleja y expresa con magistral éxito los anhelos de su propietaria e impulsora, una mujer de ideas claras e innovadoras, con fuerte presencia en el ámbito intelectual de la época: Victoria Ocampo.

A sus 38 años, y en un entorno sociocultural fuertemente conservador, en el cual predominaba la arquitectura y las ideas de corte clásico y estilo afrancesado, y donde la tradición pesaba más que otra cosa, pero sobre todo en una sociedad en la cual las mujeres tenían más obligaciones que libertades, Victoria logró entender con premura los tiempos de cambios que se avecinaban, que invadirían luego toda la ciudad, el país y el mundo. Fuertemente influenciada por las ideas de modernidad de Le Corbusier (a quien incluso encargó un proyecto para un terreno que finalmente no compró, y con quien mantuvo correspondencia durante algún tiempo), supo encauzar sus esfuerzos para plasmar dichas ideas en una obra arquitectónica que transmitiera lo que su mente inquieta anhelaba: "La arquitectura moderna me fascinaba. Tenía hambre de paredes blancas y vacías. Era una nueva manera de vivir."  Victoria Ocampo

El proyecto, encomendado en su momento al célebre arquitecto Alejandro Bustillo, amigo cercano de Victoria y fiel representante de la arquitectura academicista francesa, conserva en cierto modo el corte clásico en su disposición espacial y funcional: los espacios interiores mantienen cierta fragmentación descartando la planta libre, la ventana corrida y las dobles alturas propias de la ´nueva arquitectura´ corbusierana. Esta referencia a la tradición denota en cierto modo la incomodidad de un arquitecto academicista como Bustillo solicitado como proyectista moderno. Sin embargo, las líneas simples, la ausencia de ornamentos exteriores e interiores, la pureza de sus volúmenes, y su fluidez espacial denotan una clara sensibilidad y entendimiento del espacio y sus posibilidades

El volumen de la vivienda se posa contundente en el centro del lote en esquina, llenando con su presencia virtual todo el espacio aéreo; oponiéndose en sobriedad al resto de sus construcciones vecinas y armonizando con el entorno vegetal como una figura simple sobre un fondo complejo. Sus formas puras llenas de reflejos, sombras y texturas, generan fascinación por lo sutil, invitan a recorrerla. La multiplicación de planos triangulares blancos de la escalera hace levitar a su usuario, que la transita en un instante que parece detenerse, que invita a la observación de las infinitas posibilidades del blanco sobre las superficies. Finalmente, la sensación de liviandad transmuta en comunión total con el entorno; de repente, sin entender cómo, el usuario habita la copa de los árboles, se encuentra suspendido a su altura, el verde penetra e invade todo el espacio aéreo que parecía contundente, sólido y macizo desde el exterior: de repente se desvanece, se evapora y sólo queda el espacio vacío, el blanco limpio, el interior y exterior fusionados... 


TEXTO: Florencia Pazos

FOTOGRAFÍA: Daniela Squarisi