Construyendo identidad

21.09.2020

UNITÉ D'HABITATION DE MARSEILLE | arq. Le Corbusier | 1946-52 | Marsella, Francia

"...La medida natural del hombre debe servir de base a todas las escalas... 

 Le Corbusier 

Un ómnibus se detiene en la parada 'Le Corbusier', del amplio Boulevard Michelet, en las afueras de la ciudad de Marsella, al sur de Francia. Del lado opuesto de la vereda asoman, sobre cercos verdes y detrás de una gran explanada pavimentada, cientos de ventanas alargadas, de diferentes colores y proporciones. Azules, rojos, amarillos y verdes componen una fachada mixta y compleja, que previene al paseante de la riqueza cultural que encierra el edificio que verá a continuación: la Unité d'habitation (Cité Radieuse), proyectada por el arquitecto franco-suizo Le Corbusier en el año 1946. 

Esta obra se materializa como respuesta a un pedido del Estado francés para hacer frente a la gran crisis habitacional resultante de los bombardeos a la ciudad de Marsella durante la 2da Guerra Mundial. Lo que comienza como un simple encargo de un tradicional edificio de vivienda colectiva, se transforma en una obra arquitectónica sin precedentes, proyectada para un conjunto poblacional de gran magnitud (337 unidades funcionales, cerca de 1600 personas), proponiendo no sólo unidades de vivienda con espacialidades tales como dobles alturas y expansiones propias, sino un conjunto de funciones mixtas complementarias dentro del mismo edificio, tales como tiendas, cafés, restaurantes, un hotel; y una terraza - jardín de uso colectivo y recreativo con un club, una pista de atletismo y una piscina. 

La fachada de hormigón visto se perfora hasta volverse casi completamente permeable; sin embargo el tratamiento de toda su extensión (un prisma de 140 metros de largo, 24 de ancho 56 de altura) se proyecta cuidadosamente, teniendo en cuenta distintas densidades de apertura, proporciones y texturas. Este estudio de la 'piel' del edificio es un claro ejemplo de fachada libre, sin exigencias estructurales, ya que éste se encuentra completamente alzado sobre pilares exentos, que transforman la planta baja en un vacío libremente transitable y expresan el esfuerzo de Le Corbusier por concebir arquitecturas que amplíen el entorno urbano, dialogando y multiplicando la vía pública.

La Cité Radieuse se proyecta, y es habitada como una ciudad en pequeña escala. La mezcla de usos, y la diversidad que genera el flujo continuo de habitantes determina su fisonomía; la variedad y la diferencia se hacen presentes en cada uno de los aspectos analíticos de su esencia. Sus fachadas de aberturas levemente variadas, personalizadas a través del color o la proporción; el corte quebrado de sus unidades funcionales, que posibilita circulaciones horizontales prácticamente nulas o escasas (cada dos niveles de uso, una circulación de acceso), así como un mayor aprovechamiento del espacio a partir de su supresión; y sobre todo la transformación de los espacios residuales o normalmente de paso en espacios de encuentro: la planta baja y la terraza-jardín. 

El contacto, lo casual, lo cotidiano se transforman en los temas de esta obra, tal como lo son para todos aquellos que transitamos una ciudad y vivimos sus espacios públicos, sus espacios de ocio, de recreación, de encuentro. El conjunto de estas situaciones prefiguradas, posibilitan muchas otras inimaginadas, y construyen aquello que podemos reconocer como identidad.

La identidad permite construir seguridad, porque es consciente de sí misma, y su base es sólida, variada y rica en diferencias. Admite críticas, desusos, e incluso transformaciones. Su naturaleza libre, permeable, se adapta fácilmente a los cambios generacionales, y la materialidad austera funciona como una base neutra, maciza, atemporal.

Transitar la Cité Radieuse permite viajar por un rato a un pasado cercano, a un entorno barrial de tranquilidad, donde los tiempos son casi imperceptiblemente más lentos, donde es posible frenar un momento y espiar la ciudad a través de ventanas finas y largas, leer un libro en un banco de hormigón; zambullirse en una piscina a 50 metros de altura, con la vista perdida en el Mar Mediterráneo; incluso levantar el brazo y rozar el techo en cualquier ambiente. La Cité es un edificio-ciudad en altura pensado a escala del hombre, y el hombre, como protagonista, se apropia de él en toda su plenitud. 


TEXTO: Florencia Pazos

FOTOGRAFÍA: Proyecto CITRON