Verona en complementarios

08.12.2020

Historias sobre la misteriosa y fantástica ciudad de Verona, Italia. 

"Ven, noche gentil, noche tierna y sombría dame a mi Romeo y, cuando yo muera, córtalo en mil estrellas menudas: lucirá tan hermoso el firmamento que el mundo, enamorado de la noche, dejará de adorar al sol hiriente..." 

Dos mil años de historias de amor, arte y conquista se ciernen sobre la ciudad de Romeo y Julieta. Ella continúa existiendo, impasible, rindiendo homenaje a su fama con sus calles sinuosas, llenas de misterio y sensualidad, como las cartas de un amante ciego de deseo. 

La vista se transforma, la percepción se agudiza y el espectro de colores se reduce hasta transformar el paisaje de la ciudad en un conjunto homogéneo: rojos y verdes, en sus millones de tonalidades y saturaciones, dominan el espectro visual, reducen la escena a una obra de arte realizada con colores opuestos y complementarios. 

 Según la teoría del color, los colores opuestos se denominan así por ubicarse en lados contrarios del círculo cromático, y por regla general, serán siempre un primario (rojo-azul-amarillo) y el secundario formado por los dos primarios restantes: verde (azul+amarillo), naranja (amarillo+rojo), o violeta (rojo+azul). Será esta la razón por la cual dos colores opuestos generen un equilibrio visual percibido como armónico por el ojo humano, porque su comunión, su combinación, es perfectamente equilibrada en términos teóricos. Sin embargo, ¿cómo descomponer esta imagen en apariencia armónica y equilibrada, cómo transformarla en una ciudad real, tangible, contemporánea? 

Las calles en Verona aún mantienen el encanto nacido de su fama como La Ciudad de los Enamorados, mito creado por William Shakespeare en el siglo XVI a partir de la publicación de su tragedia 'Romeo y Julieta', y cuyas locaciones se han recreado en el centro de la ciudad sin importar su verificación histórica (no se sabe a ciencia cierta si la historia es verídica, ya que el texto escrito por el dramaturgo inglés estuvo basado en cuentos e historias de origen italiano que circulaban en la época); sin embargo, este es uno más de los elementos que contribuyen a crear esta suerte de encantamiento, de 'ciudad irreal'. Uno recorre Verona como viajando al pasado, pero a un pasado de fantasía, de ficciones; a medida que se sumerge en sus callejuelas, la realidad se transforma: su pasado romano, representado por la Arena (construida para alojar los combates entre gladiadores), se entremezcla con las construcciones románicas como el Duomo y la Catedral de San Zenón, y con el impresionante Castelvecchio medieval, morada de la familia Della Scala, hoy sede del Museo de Arte, y ampliado de forma magistral por el arquitecto italiano Carlo Scarpa. Esta suerte de collage temporal se acentúa cuando ascendemos al Castel St. Pietro, y el casco histórico de la Ciudad se reduce, la vista aérea permite observar el serpenteante Río Adigio y los miles de techos color ladrillo que se extienden a su alrededor. Es aquí cuando, más que nunca, percibimos el entorno urbano como una obra de arte, casi como si nos calzáramos unos lentes que transformaran todo lo que vemos a una paleta tonal rojiza y verdosa, con un dejo de misterio. 


El encantamiento se rompe, en cierto punto, cuando traspasamos el telón de la vía pública y nos adentramos en la intimidad de una de las Villas más tradicionales de Verona, la Villa de Giardino Giusti, ubicada a pocos pasos de la Piazza Isolo, y del centro de la ciudad. Sus jardines, de estilo Renacentista italiano plantados en 1580, se despliegan majestuosos sobre el suelo inclinado, generando visuales aéreas sobre los tejados y recreando un sub-mundo natural y silvestre en medio del entorno urbano. Su diseño, sin embargo, deja poco espacio a la espontaneidad de la naturaleza: las geometrías exquisitas de sus laberintos y plantaciones, cuidadosamente estudiadas y mantenidas intactas a través del tiempo, vuelven a sugerir esa suerte de fantasía, de irrealidad y de atemporalidad que se respira al recorrer la ciudad. 


TEXTO: Florencia Pazos

FOTOGRAFÍA: Florencia Pazos, Daniela Squarisi